El Tarot es una síntesis de Sabiduría, que bien nos puede servir como medio de autoconocimiento y como guía para el profundo trabajo de alquimia interior, o bien puede ser usado para arrojar luz sobre situaciones de la vida cotidiana, permitiéndonos actuar con mayor acierto.
Este es un medio oracular, es decir, un medio de comunicación a través del cual tú formulas una pregunta y obtienes una respuesta te que sirve de guía.
Lo que diferencia al Tarot de otros oráculos es su estructura particular constituida por 22 arcanos mayores y 56 arcanos menores, haciendo un total de 78 arcanos.
Cada arcano representa un portal de sabiduría y está compuesto por una imagen simbólica que sintetiza una información que puede sernos de mucha utilidad si la empleamos a manera de enseñanza o consejo, del mismo modo que puede atender a una función descriptiva respecto a una persona o situación que nos permita percibirla con mayor claridad.
En este sentido, los arcanos mayores hacen referencia a principios arquetipales y nos dan una información más esencial, pudiendo describir una persona o asunto de forma integral y sintética, mientras que los arcanos menores nos aportan un matiz o explicación más detallada referente a la persona o situación en cuestión.
En todo caso, el Tarot, como cualquier otro medio oracular, constituye una herramienta maravillosa que está a nuestro alcance cuando precisamos obtener un consejo o guía en nuestro camino evolutivo, o bien, una respuesta acerca de alguna inquietud que se nos presente respecto a algún tema de interés en nuestra vida.
Cabe entonces la pregunta: ¿De dónde proviene esa respuesta?
Tanto el inconsciente personal como el inconsciente colectivo son reservorios de información que puede ser revelada a la consciencia a través de diferentes medios como pueden ser la intuición, la canalización, los sueños o algún oráculo, como lo es el Tarot.
Cuando se realiza una lectura de Tarot se abre un canal de comunicación con tu inconsciente personal a través del cual se revela información a la consciencia por medio de los arcanos o cartas, que representan una serie de arquetipos universales que no son más que esa multiplicidad de energías que interactúan en nuestro mundo interno, manifestándose en el mundo externo como realidad de la cual somos canales creadores, que cocreamos con esos arquetipos o energías universales que buscan manifestarse a través nuestro.
Jung tenía una frase que nos hace reflexionar al respecto:
“¿Cuáles son los arquetipos que me viven?”.
Somos pues creadores, o cocreadores, canales de creación? ¿No somos acaso como el Mago, un médium que aúna su voluntad a la voluntad divina y manifiesta de esta forma su realidad? ¿No somos acaso como la sacerdotisa, una canalizadora del Saber eterno, cada vez que nos entregamos al silencio y permitimos que este saber fluya a través nuestro? ¿No somos también como la emperatriz que plasma en el mundo material tales inspiraciones dando curso a la belleza que podemos apreciar con los cinco sentidos? ¿O como el diablo, que sirve de canal a las energías más densas, para poder ser reconocidas y usadas como plomo alquímico por la Fuerza, generadora de luz, vitalidad, canalizadora de lo telúrico?
El tarot es así un medio de reconocer esos arquetipos en nosotros mismos jugando a experimentar la vida, como canales de la vida que son… Entonces, se invierte la pregunta: ¿No son acaso ellos los canales de la vida que somos? Tal es el juego del espejo, en este mundo de la manifestación, al final el canal y lo canalizado son una misma cosa.