La astrología surge cuando el hombre comienza a comprender que los ciclos que se expresan en la naturaleza y de los cuales depende su supervivencia se corresponden con aquellos que se suceden en los cielos.
La efectividad de las actividades básicas de las que depende la vida, tales como la caza y la recolección, la pesca y la agricultura, subordinadas a esos ciclos naturales, estaban supeditadas a ese conocimiento y por tanto se hizo patente desde las etapas más primitivas de la humanidad el observar atentamente, registrar e interpretar esta sintaxis entre lo que está arriba y lo que está abajo. Ejemplo de esto lo constituyen, entre otros, las tallas prehistóricas en hueso o en roca relativas al ciclo lunar.
Vale decir que también el origen de las religiones y creencias más antiguas fue determinado por esa comprensión de que la vida es un proceso cíclico y está sustentada por su propia manifestación, expresada tanto a nivel macrocósmico como microcósmico.
Durante el paleolítico superior y el mesolítico, la luna era el astro más importante del cielo, ya que el conocimiento de su ciclo permitía al hombre determinar cuál era el momento más idóneo para desarrollar exitosamente la caza, la pesca y la recolección.
Las sociedades de esos períodos fueron notoriamente matriarcales y en esto tiene mucho que ver el hecho de que la luna, con sus ciclos, relacionados con la fecundidad y la reproducción, manifestaba su naturaleza marcadamente femenina, por lo que, al ser un astro tan determinante en la supervivencia de la especie humana y sustentadora de la abundancia y de la renovación de la vida, tanto como lo es la mujer, esta se convirtió, a la par que la mujer, en motivo de veneración y llegó a ser reverenciada como Diosa.
Entonces, la luna en el cielo y la mujer en la tierra eran adoradas en su papel de Diosa Madre, de generadora de vida y regidora de los ciclos vitales. La luna, hoy por hoy, sigue siendo reconocida como el principal arquetipo femenino, no obstante, ese papel sagrado, pasó a ser secundario, con el surgimiento de las sociedades patriarcales, pero se mantuvo siempre latente en el inconsciente colectivo, como Reina del Cielo y Madre de todo cuanto existe.
Durante el período Neolítico, al establecerse la era post glacial y el predominio del clima templado, con sus respectivas estaciones, surgen los primeros asentamientos y el hombre desarrolla nuevas actividades que facilitan su subsistencia, tales como la agricultura y la ganadería, el sol entonces pasa a tomar un papel preponderante en la vida humana, que comparte con la luna, “nace” el Dios, el hijo y pareja masculina de la luna, nace el culto a la dualidad, lo masculino y femenino comparten el poder sobre la vida humana.
Las antiguas civilizaciones sumeria, egipcia, china e india, fueron grandes estudiosas de los cielos y de la relación de correspondencia que existía entre los astros y los sucesos terrestres.
Así mismo, a lo largo de la historia, culturas como la helénica y la árabe también desarrollaron un profundo estudio de los ciclos cósmicos, que legaron a toda Europa, donde la astrología gozaría períodos de gran importancia en las cortes y universidades, pero también sufriría la persecución y difamación que trajo consigo el oscurantismo promovido por la iglesia católica y la exclusión del ámbito científico, a raíz de acciones tales como el veto de Jean Batiste Colbert, fundador de la Academia de las Ciencias de Francia en 1666 y el repudio por parte de los intelectuales del siglo de las luces.
Las civilizaciones precolombinas también fueron grandes estudiosas de los cielos, al igual que otras culturas, desarrollaron calendarios que indicaban los momentos más precisos para sus actividades tanto agrícolas, como civiles y religiosas.
Hoy por hoy, la Astrología, que resurgió a finales del siglo XIX y que hoy día se ha visto favorecida, como todas las ciencias, con el advenimiento de la era informática, está luchando por recuperar el puesto de honor que merece como madre del conocimiento y del saber humano, ya que de ella derivaron entre otras, ciencias como la astronomía, las matemáticas, la química y la medicina, así como también la filosofía y los modelos arquetípicos presentes en el arte y la religión.
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